FORN DEL CANYARET.

 

Este local se halla vinculado a los orígenes del Castelló actual, pues los arcos y el horno moruno, datados en el siglo XIV, son sólo un siglo posteriores a la fundación de la ciudad. Se trata seguramente del edificio más antiguo en pie dentro del casco urbano de Castelló.

Los arcos forman un porche previo a la abertura del horno y la "olla" u horno propiamente dicho. En la parte superior se encuentra el "calfó" o "alcavó", que aprovechaba el calor para secar leña tierna, fermentar el pan y donde se tostaban almendras y cacahuetes. Junto al horno, donde el local se hace más profundo, se encuentra la "fleca", que es la zona donde se amasaba el pan.

Da la sensación de que la línea exterior del doble arco de sillería adovelada era en su día la que marcaba la alineación de la calle y la parte interior fuese un porche exterior techado de uso público. Asimismo, son de gran interés el capitel cuadrado y el fuste redondo y la cúpula del horno, de ladrillo macizo, con su arco gótico-escarzano en la embocadura.

En un plano de la ciudad del año 1588 se lo identifica como Forn de Reus debido al apellido de su propietario, e incluso le daba nombre a la calle, aunque la denominación más común que ha llegado a nuestros días es la de Forn del Canyaret.

El horno ha prestado su servicio ininterrumpidamente desde su fundación en la Edad Media como "Horno de pan cocer" para todo aquel que lo requiriera, pero no estaba exclusivamente vinculado a la elaboración del pan.

A principios del siglo XX, Francisco Miralles Jover se hizo cargo de una panadería en la vecina Calle Mealla, donde amasaba el pan, lo llevaba a cocer al horno valiéndose de tableros de madera sobre la cabeza, y una vez cocido, lo devolvía a su casa para vender. A los pocos años pasó a regentar también el horno y unió en un mismo local dos oficios hasta ese momento separados, el de hornero y el de panadero. Tras su jubilación en 1945, su hijo Francisco Miralles Segura, conocido como "sinyo Paco el Panader", continuó con el negocio hasta 1972, año en el que se hizo cargo una nueva generación, con Francisco Miralles Roig a la cabeza y sus hermanas María Pilar y Vicenta, así como Mari Carmen, esposa de Francisco.


Poco antes se había dejado de utilizar el horno moruno y se había instalado uno de gasóleo, de cuatro pisos, el primero en la ciudad. Los importantes cambios sociales, económicos y tecnológicos ocurridos durante el siglo XX no fueron obstáculo para que mantuvieran siempre el amor por un oficio artesano, produciendo un pan con ingredientes de calidad y manteniendo un proceso de elaboración tradicional, utilizando masa madre (el "rent") e hiñendo las bolas de pasta una a una antes de darles forma y dejar que fermentasen poco a poco. Además del pan, también se esmeraron siempre en ofrecer una repostería casera que hiciera las delicias de la clientela: "rosquilletes", "coques", "rotllets", "magdalenes", pastissets de Nadal" o "mones de Pasqua". Siempre fueron conscientes de la singularidad de este emblemático local y su vocación de servicio al barrio y a la ciudad de Castelló en general, manteniendo el horno abierto al público para que llevaran a cocer sus propias pastas hechas en casa o incluso guisos y arroces.

Debido a las diversas inquietudes profesionales de los hijos de Francisco, que nada tenían que ver con el pan, el Forn del Canyaret cerró sus puertas en 2005, después de siete siglos en funcionamiento, el último de ellos llevado a cabo con orgullo por la familia Miralles durante tres generaciones.